jueves, 11 de abril de 2013

Un Stradivari en la empresa.



En estos días compartía una discusión con dos empresarios sobre la situación de los emprendedores en la coyuntura actual. Yo escuchaba atentamente las historias de “la mili empresarial” que vivieron en sus comienzos allá por postrimerías de los 70 y comienzos de los años 80.

Ya sabes lo que pienso sobre los problemas que soportaremos (con culpa o sin ella) derivados de los errores que se comenten, hoy, en relación a los “tutelajes”  y “consejos” que muchos organismos públicos, empresas y gurús ejercen sobre los proyectos de los emprendedores. Tampoco, soy capaz de establecer un modelo que tenga su origen en los relatos de los 70 y 80 como orientación al emprendimiento. Por otro lado, y aunque solo he “degustado” algunas páginas, tengo la seguridad de que el nuevo libro de Manuel Bermejo Sánchez (Director de Programas para la Alta Dirección y Empresa Familiar en IE Business School-Executive Education) "Gente Emprendedora, Gente de Calidad"; conseguirá ser un manual de cabecera.
Si lo “actual” y lo “anterior” no me vale como modelo para un emprendimiento (salvando a los contados “Manueles” que nos ilustran), entonces debo de estar en una suerte de desierto mental o incapacidad manifiesta. En un momento de la tertulia con los empresarios salieron a relucir ciertas cuitas entre mis interlocutores. Sí. Como no podía ser de otra manera, las diferencias estaban dominadas por el “y yo más”. O sea, dos gallos en el mismo corral. En ese momento mi mente se evadió como te cuento a continuación.

A mi memoria vino una historia que leí sobre los luthieres clásicos. En concreto sobre los que elaboraban los mejores instrumentos de cuerda en Cremona (Italia). Los artesanos eran Amati, Guarneri y Stradivari. Éstos, como mis amigos empresarios, presumían de ser los mejores en lo suyo. Cuentan que Amati colocó un reclamo publicitario en su taller que decía: “Aquí se hacen los mejores violines de Italia”. En el mismo barrio, ya se sabe que los gremios tendían a situar sus negocios agrupados, estaban los otros competidores. Entonces Guarneri, como contraataque, imitó la acción de Amati pero con el siguiente texto: “Aquí se hacen los mejores violines del mundo”. Entonces aparecen las soluciones de los genios. El tercero en discordia, Stradivari, colocó en su taller el equivalente que decía: “Aquí se hacen los mejores violines del barrio”.
De todo ello, a mí, se me ocurren las siguientes reflexiones:
1º El relato queda mejor con Stradivari como protagonista, porque sus violines (Stradivarius) son considerados, hoy día, los mejores del mundo. Quizás la historia no ocurrió así (si es que ocurrió) y el ingenio residiera en Amati o Guarneri pero la Historia tiene esto con los “perdedores”. Convendría que se mentalizara sobre lo que hará “la Historia” a los emprendedores que, finalmente, no consigan triunfar. O quizás, cambiar la forma de actuar de “la Historia”. De todas las maneras algo que habrá que hacer con lo que seguro ocurrirá en más ocasiones de las deseadas (burbuja emprendedora) antes de que estalle.
2º Que no se calienten  “los de marketing” para aplicar derivadas de esta historia a sus clientes. Este tipo de “salidas” geniales solo se las he visto a los de las bebidas de cola y a los de los “utilitarios” de los cuatro aros.
3º Que los emprendedores sigan tomando nota de lo que no se debe hacer. Bastante daño tienen, ya, encima por el “copia y pega” de planes de negocio y similares que les “sugirieron” cuando se germinó su proyecto empresarial.
Según Joseph Nagyvary, un bioquímico y luthier contemporáneo, los muebles de madera de la época de Stradivari están atacados por carcoma excepto los de Cremona.  Nagyvary conoció que los artesanos que trabajaban la madera utilizaban un insecticida llamado “sal de gemas” que hacía un boticario de la zona. Este producto actúo cristalizando la madera, y en el caso de los violines, mejoró sus cualidades acústicas.
4º Los artesanos de Stradivari, serían mejores que los de sus competidores ya que la materia prima y los tratamientos eran comunes en el barrio de los artesanos. Por tanto es mejor dejar de dar palmaditas en la espalda a los emprendedores y cambiar el discurso. El emprendedor tiene que tener un gran equipo, de “artesanos” internos o de “boticarios” externos; como yo (tómatelo como un giño humorístico, irónico o simplemente la constatación de una realidad). Esa será su diferencia, y no solo él, con su competencia y la mejor palanca para el éxito.
Coincidiendo con la muerte de Stradivari, los luthiers cambiaron de insecticida y del boticario y su fórmula no se supo más.
5º Cuando un emprendedor no pone en práctica las mejores experiencias y prácticas profesionales que aprendieron en el pasado es un mal comienzo. Stradivari existió uno, emprendedores fuimos, somos y seremos muchos.
6º Parece lógico deducir que Amati y Guarneri estaban obsesionados con su competidor Stradivari. Incluso después de su muerte, sus talleres, estaban más pendientes de lo que se hacía en el taller competidor que en los suyos propios. El negocio propio requiere más atención que lo que le rodea y conviene no perderlo de vista.
7º En definitiva, el taller del difunto Stradivari fue objetivo de una moda de la época, o fue una cuestión de recortes presupuestarios porque el boticario se “subiera al guindo”,  o fue que la nueva dirección no se entendía con el boticario (empresas familiares mal gestionadas por su fundador y herederos). En cualquier caso, no existió una gestión adecuada y los siguientes violines ya no eran los Stradivarius “auténticos”.
En este punto volví sobre la conversación de mis amigos empresarios y les dije: “Ambos sois muy buenos haciendo lo que hacéis pero no olvidéis que yo soy el mejor boticario”. Me miraron con extrañeza y siguieron con su discusión. Otro día te diré como acabó el día, pero revisa tus actitudes antes de que sea tarde.